Wednesday, September 20, 2006

Mayorías y legitimidades

Muy usual es confundir los dos conceptos del título. Unas veces (las menos) por puro desconocimiento; otras, por afán sectario (las más, lamentablemente).

Ayer pudimos asistir, en foros distintos, a una muestra clara de lo que digo. En el Congreso de los Diputados una mayoría técnica dejó sin atender una petición formulada por una minoría igualmente técnica. Todo bien. Desde el punto de vista de las matemáticas, ningún reproche.

Pero en una sociedad que quiera incluirse en el popperiano concepto de "abierta", las matemáticas no lo son todo. La minoría técnica de la que hablamos representa a un grupo de diez millones de ciudadanos. Y estos ciudadanos no podrán tener acceso a determinados documentos e informaciones que están en manos de sus gobernantes (sí, también el Gobierno lo es de estos diez millones de personas), documentos que se solicitan en relación con el más grave atentado terrorista de la historia de España (con perdón).

El otro foro al que me refería es el de las ruedas de prensa. Y en éste, los partidos explicaban su visión de los acontecimientos. Ahí es donde se vió de nuevo la confusión interesada y sectaria entre mayoría y legitimidad, sobre todo cuando las manifestaciones vertidas elogiaban el triunfo de la democracia que suponía no atender a una petición de un determinado grupo, sobre la base de que la mayoría se había impuesto.

Ni una sola mención sobre el contenido de la petición, sobre si la misma era o no lógica, razonable o posible. Y eso, lector, es muy grave.

La democracia no sólo se mide en números, sino también atendiendo a otros parámetros aparentemente tan en desuso como la razonabilidad de lo que se pide y se concede, y la legitimidad democrática de quien lo pide.

Si, como en este caso, la minoría aplastada la componen diez millones de personas, estamos ante la dictadura de la mayoría. Y cuando la legitimidad sólo se mide con los elementos citados, todos, los de la mayoría y los de la mayoría, tenemos un problema, porque sabemos que nuestra inclusión en uno u otro grupo sólo depende de lo que piensen un determinado día aquellos que se molestan en ir a votar.

Monday, September 18, 2006

El progresismo y la inmigración

Centremos, en primer lugar, el objeto de este comentario, señalando que nos referiremos sólo al progresismo patrio (el otro no ha dado en estos días ningún motivo para su revisión, más allá de su de por sí patológica continuidad).

Vamos a ello, con un par de noticias que calificaríamos de simpáticas, no sin cierta media sonrisa facial. Carod Rovira ha declarado que Cataluña no puede pagar la sanidad de los países del norte de África. ¿Cómo? ¿Está este hombre insinuando lo que parece evidente?

No. No lo insinúa, lo dice abiertamente. Una cosa es que, de cara a la galería y para mantener la pátina progresista, se diga que "papeles para todos" y que no se pueden poner puertas a los desfavorecidos que llegan del sur, sobre todo cuando no se está en el gobierno, o no se ha presentado todavía el problema migratorio en fase aguda. Otra cosa muy distinta es tener responsabilidades de gobierno y tener que afrontar el problema cara a cara.

Entonces donde dije digo digo Diego, y ahora manifiesto que "bueno, tampoco vamos a a estar aquí solucionándoles el problema a los desfavorecidos de todo el mundo, ni vamos a gastar papel a diestro y siniestro".

Caso segundo: el PSOE manifiesta este fin de semana un cambio en su política migratoria, y señala que a partir de ahora aplicará "mano dura" en los casos de inmigración ilegal.

¿Ha dejado el progresista Carod-Rovira de serlo?¿Ha abandonado el PSOE la senda del progresismo?

Pues no, lector, nada de eso. A Carod-Rovira le ha salido el político que en realidad lleva dentro, excluyente e insolidario con todo el que no sea catalán y nacionalista, y pretenda (terrible aspiración) que una zona próspera como Cataluña le acoja como desfavorecido que es.

Respecto al PSOE, tampoco ha dejado de ser progresista. Simplemente se ha dado cuenta de que lo insostenible no puede sostenerse (ha necesitado el partido de la rosa año y medio de legislatura) y de que el planteamiento "buenrrollista" sobre la inmigración sólo funciona en la oposición, pero no en el gobierno. Al final le sale también la parte excluyente e insolidaria que sólo lo era cuando gobernaba el PP.

Pero hete aquí que, a pesar de lo ocurrido, ninguno de los dos aludidos pierde la legitimidad progresista que, por el hecho de existir, tiene otorgada la izquierda (haga lo que haga). Ni un ápice de progresismo han perdido ni Carod-Rovira ni el PSOE.

Que ¿por qué? Muy fácil: los que reparten los carnés de progresista son los de su cuerda, y acaban de modificar las reglas del juego a mitad de partido. Lo hecho sigue siendo progresista, no por su contenido, sino porque lo han hecho "ellos".

Si el lector no entiende cómo esta actitud diametralmente opuesta a la anteriormente manifestada sigue siendo igualmente progresista puede refugiarse en las páginas de El País, donde explican cómo una postura y su contraria son totalmente progresistas si vienen de la izquierda.

Friday, September 15, 2006

Bienvenidos al Diario de Jean

Buenas tardes a tí que estás leyendo esto.

Considero que la cosa política, y con ella las expectativas de una convivencia civilizada entre vecinos, está tomando un cariz más tenso de la cuenta. En parte para intentar ordenar mis propias ideas y en parte para que conste que uno se da cuenta de que los de arriba (clase política gobernante) intentan tomar el pelo a todos los de abajo (clase civil gobernada), pretendo dejar por escrito algunas reflexiones que me surgen al hilo del discurrir del tiempo y del actuar del gobierno de turno.

Nada sería mejor recibido que tus comentarios, del orden y la tendencia que sean, siempre que, claro está, versen sobre las materias sobre las que quien ésto edita reflexiona y pone a tu disposición en formato de diario.

La política, no nos engañemos, afecta a todo ciudadano que desarrolle cualquier actividad en el seno de una sociedad (como por ejemplo ésta en la que vivimos). El que pretenda que la política no le incumbe ya se está manifestando respecto de la misma, lo quiera o no.

Nos encontramos con la llamada "paradoja de la comunicación", que puede explicarse brevemente diciendo que no podemos dejar de comunicarnos, y que incluso el silencio tiene un mensaje. En nuestro caso, queramos o no, nuestra posición respecto de lo que pasa en la vida política supone, en sí, una toma de posición política, aunque todo lo que acertemos a expresar sea algo del estilo de "yo paso de la política" o el pretendidamente más elaborado "yo soy apolítico".

Como se verá a lo largo de los textos que compondré en este foro, nada más lejos de mi intención que ser neutral. El pensamiento crítico (eso de lo que todo el mundo habla pero muy pocos ponen en práctica) debería presidir mis intervenciones, lo que no obstará para que en determinados momentos la apariencia sea la de que tiendo más hacia un determinado tendido político que otro. Será inevitable si el objeto de mi crítica en alguna ocasión pide la reincidencia en el comentario.

Pero no nos confundamos: la crítica (positiva o negativa) contínua hacia uno de los citados "tendidos", si es que se produce, vendrá originada porque la actuación del criticado así lo demande, aun a riesgo de dar una impresión de parcialidad. No se interprete que uno "es" de tal lado o del de enfrente por el expediente facilón de observar hacia quién dirige la crítica positiva y hacia quién lanza la negativa.

Intentemos (yo, en primer lugar) no empezar el viaje cayendo en un lugar común tan manido como ése.

Termino la primera perorata. Bienvenido a mi diario, al que espero vuelvas con el sentido crítico encendido.

Jean Loglalev