Monday, September 08, 2008

LA VERDAD Y LOS DIOSES TRAMPOSOS

La mitología nos explica de manera muy gráfica lo arduo que resulta buscar la verdad, y construye su relato sobre la base del miedo de los dioses a que los mortales se acercaran a su esencia. La neurosis, pues, no es exclusiva ni de los seres humanos ni de una época determinada, sino que es un elemento constante desde el inicio del tiempo.

El mito nos explica que los dioses, queriendo evitar que los hombres conocieran la verdad y llegaran a ser como aquéllos, decidieron ocultarla a todo trance. Ideando cuál sería el lugar de más improbable acceso para los mortales, los dioses acordaron esconder la verdad en el interior de los hombres, asegurándose de este modo de que no podrían encontrarla, porque con seguridad no la buscarían allí.

Pero hete aquí que alguno de esos mortales, tan neurótico como los dioses escondedores, debió pensar que probablemente los de arriba se la habrían querido pegar a los de abajo (como ocurre siempre y en todo lugar), y decidió no dejar ni un solo lugar (interior o exterior) libre de su escrutinio.

Así pudo percatarse, en algún viaje interior voluntario, de que arrumbada en un lateral oscuro de su alma se encontraba, hecha un ovillo, la buscada verdad. O quizás simplemente se dejó ir, despues de un agotador esfuerzo de búsqueda y, abandonándose, se topó por casualidad con la dama escondida. Nunca sabremos si fue la casualidad, el sino o la constancia inconsciente en el proceso buscador, pero el caso es que, al menos algunos, mantienen de manera inquebrantable que la verdad está en el interior de los hombres.

Luego vendrían los pseudomíticos, que quisieron acabar con tan romántica aproximación al asunto creando mitos modernos, amparándose en técnicas de comunicación masiva y concluyendo de manera grosera y falta de audacia que "la verdad está ahí afuera", a decir de Mulder y compañía.

Da igual: dentro es fuera, y lo que es arriba, es abajo. A Trismegisto lo tacharon de lunático, hasta que llegó Hawking en su auxilio treinta siglos despues, y en silla de ruedas. Sólo podemos captar el "dentro" y el "fuera" desde el interior, sobre el que quedan impresas las percepciones externas. Todo pasa por el crisol de nuestro proceso perceptivo, de modo que es imposible distinguir lo de fuera de lo de dentro. Se atribuye erroneamente a Gregory Bateson (parece que gracias a sus entusiastas seguidores Grinder y Bandler) el adagio de que "el mapa no es el territorio", cuando quien realmente lo pergeñó fue Alfred Korzybsky.

Pero nos da lo mismo, porque su base está equivocada. No hay territorios: el hombre se mueve por mapas, y siempre internos. Su contacto con la realidad está, indefectiblemente, tamizado y determinado por su complejo sistema perceptivo y de creencias, de modo que hay tantos territorios como seres humanos. Cuando se consigue (como pretenden Bandler y Grinder) que una persona modifique sus mapas, se produce una paralela alteración del territorio que transita, territorio que, dicho sea de paso, siempre se ubica en los confines cerebrales y sus extensiones nerviosas.

De modo que el territorio sí cambia cuando cambia el mapa, no puede ser de otra manera. Pidamos a los dioses, por tanto, que alguno de los mapas que usamos para transitar por la realidad incluya la verdad como parada obligatoria.

Aunque sólo sea como lugar de descanso y por poco tiempo.

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