Thursday, July 30, 2009

NÉMESIS

Final de una historia con una tensión insostenible, creada por alguien que hace el mal sin que parezca que lo que causa vaya a tener fin. Némesis. El castigo que no genera (no debiera generar) resentimiento, por ser el castigo impuesto por quien puede y debe hacerlo, y ejecutado por aquél al que le corresponde, con la gravedad justa y la extensión precisa.

El evento cae por su peso. En un instante, todo se ve venir ("esto se veía venir") todo encaja, así debe ser. El castigo cae con todo su peso, y toda su levedad, sobre el culpable, con el asentimiento de humanos y elementos de la naturaleza. Incluso el mar se calma; las tormentas se apaciguan y el viento reposa. También el culpable, aliviado, descansa, encuentra la paz, porque ha llegado a casa.

El infinitesimal instante de rebeldía que le tienta es engullido por el suave fluir del mundo. Asiente, agacha ligeramente la cabeza y suspira. Así sea. Observa el mal hecho y observa el sufrimiento causado. No se arrepiente, simplemente lo observa y acepta la carga que le toca. Némesis.


El agente del castigo se limita a los hechos. Es un angel gigantesco, pero de movimientos gráciles, severo, pero infantil a la vez. Rilke lo vió y coincide en la descripción. Viene con su misión, y la cumple, sabiendo que es la manera de hacer que todo el sistema baje su nivel de energía y se estabilice.
Nadie puede disentir, porque la némesis es el resultado de los hechos anteriores. Nadie (nada) se opondrá a que ocurra lo que debe ocurrir: es justo en sus propios términos y no cabe resistencia. Es terrible pero pacificador y, sobre todo, es así: no cabe rebeldía contra este final, no en un mundo perfecto.

Pero éste no lo es. Obviamente. No cabría, si no, la situación de némesis, porque no habría mal que precisara del ajuste que supone el justo castigo aplicado por el agente idóneo. En lo real, en esto en lo que asentamos nuestra existencia, necesariamente surgen la rebeldía y la disensión, incluso contra lo evidentemente correcto. Porque hay quien está unido al castigado por vínculos más fuertes que la justicia y más poderosos que las fuerzas del bien.

Hay un niño que ama al que ha de ser objeto y sujeto del castigo. Y bajo ningún concepto admitirá la justicia de lo que es justo, ni la inevitabilidad de lo que el cielo ha previsto como inevitable final sanador. Y verá que el ángel es un demonio, y que quien lo manda (lo que lo manda) es un demonio, y que lo que van a hacer ambos no se hace: se plantará en el leve pecho del niño la semilla de la venganza y nada la sacará de ahí, por mucho que el castigado asienta al castigo y explique al niño que debe ser así.

Otra némesis tendrá que acabar con el mal que el portador de la semilla provoque. Por eso la némesis es un ente que no descansa en el tiempo. Siempre hay situaciones de tensión insostenible, en las que su concurso es necesario e inevitable: casi todos asentirán, incluso los elementos, el mar, el cielo y el viento.

Pero siempre habrá una pequeña criatura cuyo alma se rebelará, y aquél que viva miles de años sabrá que el buen angel ejecutor es a la vez el espíritu de Lucifer, todo lo cual hace inevitable la realidad de un universo que se mueve en inabarcables ciclos.

Thursday, July 23, 2009

Desapariciones virtuales

Es extraño.

Hace algunas semanas, TOTÓNIDAS, el blog que editaba mi buen amigo Totón, con muchas visitas y mejor contenido, se despidió de todos nosotros. Había alcanzado un cierto volumen de lectores y era visitado por personas conocidas y no conocidas.

En un momento concreto, Totón se plantea que el blog contenía suficiente información de carácter personal como para que cualquiera (amigo o no) tuviera un conocimiento amplio de muchas cosas que sólo interesaban (o se supone que debían interesar) a los más allegados. La idea de Totón era, precisamente, compartir opiniones, vivencias e historias con esas personas que uno siente más cercanas: familia, amigos...

Cuando las visitas aumentan y el blog comienza a ser visitado por personas de las que Totón no tenía la más mínima referencia, el autor se percata de que ha abierto de par en par una ventana de su casa y hay mucha gente mirando por ella; gente a la que directamente ha invitado, y gente a la que no.

Y con la misma libertad que abre la ventana, la cierra. Y decide que abrirá la ventana (y la puerta de la casa, y la de la nevera si se tercia) a quien en cada momento le apetezca. Esa es la grandeza de la red y la prerrogativa de libertad de Totón.

Lo lamento mucho por los seguidores que sólo tenían contacto con Totón a través de su blog. Seguro que entienden que cuando alguien que ejerce su afición a escribir (y contar cosas con toda libertad) siente que ha expuesto demasiado de su vida personal en el blog y que debe tener cuidado con lo que cuelga o no en la red, ese autor deja de escribir con libertad.

Y ese es, en mi opinión, el momento justo de dejar de publicar en este medio. Chapó para el autor. Quien quiera entender, que entienda. Se pierde (por el momento) una lectura semanal muy querida para muchos de nosotros (es una especie de desaparición o autosecuestro voluntario en la red), pero se gana en verle tranquilo, seguro de que ha hecho lo que debe.

Totón, amigo, te veo en la piscina, y allí me sigues contando lo que hubieras publicado en el blog.

Friday, July 03, 2009

EL MIEDO Y OTROS AMIGOS



¿Conoces la obra del tiburón en formol de Damien Hirst?¿No? Pues hala, te vas a GOOGLE, lo miras y luego sigues leyendo este post. Si lo conocías, seguimos.

Del artista poco se puede decir y, en todo caso, no es el objeto del post. Baste comentar que se trata de la figura más controvertida y económicamente relevante del siglo XX (llevando camino de serlo también en el XXI) a base de obras altamente provocadoras... y carísimas

Una calavera con diamantes incrustados; el mencionado tiburón flotando en formol...

De lo que quería hablar es del simbolismo de este artista, y en especial del de la obra del tiburón. Para empezar, su título (misteriosísimo) nos dará algunas pistas sobre el mensaje: La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo (The Physical Impossibility of Death in the Mind of Someone Living).¿Dónde quiere ir Hirst y, a la vez, dónde está lo impactante de la obra? En el efecto doble que provoca en el observador:

En primer lugar, cuando uno se acerca a verlo, la imagen del tiburón (de unos cuatro metros) con mirada vidriosa resulta sencillamente sobrecogedora. El hecho de que no esté colgado ni nada similar añade la sensación de que el animal no sólo está vivo, sino que lo está en su medio líquido natural y, además, se dirige hacia el observador. Para abreviar, una cierta impresión de miedo.

En segundo lugar, en cuanto uno se sobrepone a la impresión (ojo, el bicho impresiona; yo lo ví en Londres el año pasado y resulta inquietante) le asalta una suerte de revelación (y aquí es donde entra el título de la obra) y es la de percatarse de que, a pesar de que sabes que el animal está muerto muertísimo, que lleva mucho tiempo en formol y que está dentro de un recipiente con una pared de metacrilato de 5 cm de grosor, aún así te da un cierto miedo.

En ese momento uno se da cuenta de que el miedo es única y exclusivamente una creación mental y que, en cuanto nace, se hace independiente del objeto que provocó su aparición,pasando a actuar como algo autónomo.

El miedo sobrevive a su causa.

Y como ésta, muchas otras (¿todas?) emociones. Somos recipientes de símbolos, depósitos de emociones unidas a un recuerdo, a una activación imperceptible (e impredecible) que nos lleva, en un segundo, a los tiempos en los que el hombre había de vérselas con las bestias cada día y combatirlas para sobrevivir o para morir.

El miedo sobrevive a su causa. El miedo, sobrevive a su causa. El miedo sobrevive; a su causa. El miedo: sobrevive a su causa.