Wednesday, August 27, 2008

WISH YOU WERE HERE

"Éramos dos almas perdidas nadando en una pecera, año tras año..." - dijo Floyd, a quien todo el mundo llamaba, en realidad, "Pink".

Tuvieron que pasar semanas hasta que entendí lo que tenía Floyd en la cabeza cuando musitó su frase en el indefinido lapso que habita entre dos tragos de cerveza. ¿En la cabeza?... No, en la cabeza no; por fuerza debió tratarse de algo que moraba más abajo, a la altura del pecho, o quizás a la de la boca del estómago. La sensación no era cerebral, sino mucho más animal, instintiva; orgánica podía decirse.

El cerebro de Floyd (o lo que quedaba de él) se limitó a intentar traducir a palabras una pulsión interna, algo que nació como la condensación del conjunto de sensaciones en las que estaba inmerso (quizás sumergido es más exacto, creo) justo antes de hablar, cuando el recuerdo del pasado y él mismo eran lo único que existía e importaba en el universo.

La emisión (digo bien) de esa frase creó, casi de la nada, el resto del mundo circundante, desde la barra del bar hasta el vaso de Budweiser con asa cuyo contenido menguaba de manera correlativa al aumento de la lucidez de Floyd; la madera del suelo, la dureza de la banqueta y la nana que, como el humo, impregnaba cada rincón del local. Seré honesto, y admitiré que no pude diferenciar si se trataba de la música de Albert King o de Muddy Waters, el maldito.

Volveré a ser honesto y admitiré también que, en aquél momento, y en respuesta al requerimiento no verbal de Floyd (su clásica mirada al infinito inclinando la cabeza y entornando los ojos para desenfocar el rostro de quien estaba enfrente, o sea, yo) opté por fingir saberlo, sentenciando que la música que estaba a punto de erizar el pelo de mi amigo era, sin duda, un viejísimo tema de Waters.

Fue lo único que acerté a decir, controlado todavía a esa hora por mi razón y no por la bendita miasma que componen la noche, la música negra, el humo del tabaco y una ingesta contínua pero lenta de cerveza. Miasma que sin duda había ya adoptado como parte de su espíritu el viejo Floyd.

- "Parece que al final nos han engañado para que cambiáramos a nuestros héroes por fantasmas. Nos hemos vuelto incapaces de distinguir una sonrisa de una mueca... y al final, despues de todo este tiempo ¿qué hemos encontrado? Los mismos miedos de siempre..."- lamentó Floyd con la vista clavada en el grifo de cerveza de detrás de la barra.

- "¿...? ¿Los mismos... miedos... de siempre?"- exclamé entre incrédulo y cazado, para darme cuenta en el siguiente segundo de que mi viejo amigo llevaba largo rato riéndose de mí en silencio.

Naturalmente, a mi pregunta y simultánea mirada de indignación Floyd opuso ya una carcajada en toda regla, intentando apagarla, sin éxito. Parte de la cerveza se dispersó en el aire, transformada en una nube de gas y malta, y parte cayó sobre la barra y el brazo de mi amigo.

No pude evitar sonreir (ni lo quise), y me limité a asumir que lo que se mostró al principio como el fruto de la experiencia dolorosa de la constatación del paso del tiempo de un viejo compañero resultó finalmente ser una perfecta tomadura de pelo, construida sobre una hermosa canción de hace unos treinta años. Y yo, la víctima.

-"Póngame otra cerveza, por favor"- rogué. "Y a éste también"


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(Con mi agradecimiento al otro señor Waters)