Friday, May 08, 2009

GÁNDARA Y CONFUCIO

Mi admirado Alejandro Gándara escribió un críptico (igual él cree que no, pero lo era) post en su blog "elescorpion" el 4 de mayo de 2009, que decía así:

"Cuando se hallaba en el Estado de Wei, Confucio fue testigo casual del comportamiento de un hijo en el cortejo fúnebre de su padre.

Confucio dijo: ¡Qué admirablemente ha dirigido este hombre los ritos fúnebres! Adoptémoslo como criterio para todos nosotros.

Zigong le preguntó: ¿Qué has visto de bueno en su comportamiento?

Confucio respondió: Cuando marchaba tras el ataúd de su padre hacia el lugar de la sepultura, parecía lleno de añoranza, pero sin permitirse perder el control. Al volver del entierro daba la impresión de encontrarse lleno de dudas, pues no podía saber si el espíritu de su padre estaba en paz.

Annping Chin en 'El auténtico Confucio' (Península), un libro del que les hablaré más, cuenta esta anécdota y añade:

"Sólo un hijo con sentimientos auténticamente filiales se preocuparía por su padre nada más enterrarlo. ¿Podrá el padre acostumbrarse a estar muerto? ¿Se halla inquieto bajo tierra? ¿Ronda aún su espíritu por el mundo terrenal? Lo que preocupa al hijo no son los problemas que el espíritu puede causar entre los vivos, sino si el difunto se hallará a disgusto en sus nuevas circunstancias
".

Alejandro Gándara se cuestionó sobre las ideas que a sus lectores sugeriría su post, y nos dijo educadamente a todos, tratándonos de "Vds":

"A ver qué se les ocurre sobre nuestros muertos, a ésos a los que despedimos incluso en vida".

Y a mí se me ocurrió lo que sigue, qué le vamos a hacer:

"Transferimos a los muertos nuestras inquietudes y temores sobre el fin de la existencia.

Confucio (señor sabio, sin duda, pero no tanto como su mito) encontró motivo de admiración en el comportamiento del hijo de un recién fallecido respecto a su padre. Quizás no estuviera cómodo, quizás no se acostumbrara el finado a su nuevo status...

Al hijo lo acribillaban seguramente contradictorios sentimientos de pena, culpa, esperanza, desazón. La vida sigue su ciclo, lo viejo se va y queda lo nuevo; murió hoy mi padre y nació sin duda cerca de aquí un hermoso niño. Me he quedado solo ¿dónde está ahora mi padre?...

Toda esa batalla interna la intenta sistematizar y hacer intelectual el señor Confucio, y le sigue la señora Annping: puras teorías. El hijo no llora por razones que no podemos saber, y su rostro puede estar ocultando sentimientos mucho más bajos al mudar en dubitativo, como el cálculo de las rentas que recibirá del patrimoni paterno o similares cuestiones.

Sólo el que la lleva (la pena) la entiende. Confucio sería muy buen observador, pero su padre no estaba en la caja ese día
".

Arre.

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